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Ahora esquiamos con materiales modernos, cómodos, ligeros y versátiles. Y no hablamos solo de los esquís o de la tabla de snowboard, sino de todo el equipo que nos acompaña en nuestras escapadas a la nieve: casco, chaqueta, polares, pantalones, etc. Palabros como ‘softshell’ o sistema Recco no nos acompañan desde hace tanto tiempo. En los últimos 100 años las cosas han cambiado mucho en la sociedad y también en el mundo del esquí.
Se esquía desde hace ¡8.000 años!
No hay un consenso sobre cuándo y dónde empezó el esquí, pero muchos expertos lo datan de allá por los años 6.000 a.C. en Rusia. En aquel entonces se colocaba la cabeza de un ciervo canadiense en un extremo para que actuara como freno.
En Noruega también se han encontrado documentos antiguos donde cazadores los usaban para mejorar su agilidad y velocidad, así como para desplazarse más cómodamente por la nieve. No era, por tanto, un deporte como tal, sino la respuesta a una necesidad para hacer más fáciles prácticas cotidianas como cazar o comerciar.
Si nos centramos en el esquí como se deporte, más cercano a como lo conocemos ahora, empezó a popularizarse en el 1900. Entonces se empleaban esos esquís románticos de madera que seguro que habréis visto en el trastero de vuestros abuelos o en algún refugio de montaña como elemento decorativo. Eran más largos que los esquís actuales y las botas, cordones y fijaciones estaban hechas con correas de cuero.
Los primeros JJOO de invierno, el gran impulso
Este gran evento es lo que terminó se asentar el esquí como deporte. Los Juegos Olímpicos se celebraron en 1924 en Chamonix y contó con pruebas de otros deportes como patinaje artístico y hockey. En España, los primeros que se calzaron unos esquís lo hicieron en Sallent de Gállego, a donde llegaron las primeras tablas desde Francia en 1905.
En cuanto al snowboard, empieza a ganar adeptos en la nieve en 1993 gracias a la celebración igualmente de otro primer campeonato del mundo: el que organiza la International Snowboard Federation. A los Juegos Olímpicos no llegó hasta 1998. Al principio hubo algunos piques con esquiadores e incluso tentativas de prohibir la tabla en alguna estación… afortunadamente, el “odio” se suavizó con el tiempo y hoy todos los amantes de los deportes de nieve compartimos las pistas con armonía.
Cambios sociales y en el equipamiento
No todos los cambios que ha vivido el esquí en este siglo han sido mejoras del equipamiento. También han surgido nuevas necesidades de los esquiadores, como la demanda de actividades diferentes para el après-ski. Antes terminar la jornada de esquí significaba, básicamente, cenar en un restaurante de moda y acabar la noche en la discoteca o pub del lugar.
Hoy son muchos los que buscan un complemento de relax, como disfrutar de un balneario (gran culpa de ello lo tiene la apertura de Caldea en 1994), o buscar puntos de interés cultural.
Otro punto de referencia en la historia moderna del esquí: la llegada de los telesillas desembragables en 1987 en Baqueira-Beret fue una auténtica revolución por la rapidez con la que se podía desplazar a los esquiadores. En cuanto al material, los esquís carving marcaron un antes y un después que facilitó el aprendizaje y atrajo a un buen número de nuevos practicantes.
En los últimos 20 años ha habido más novedades: la proliferación de los snowparks, la aparición de los forfaits con célula de control electrónico a distancia que reduce colas en taquillas, nuevos grandes dominios en Pirineos (Alp 2500, Grandvalira y Vallnord), el ‘efecto Kilian Jornet’ que pone de moda el Skimo o el boom de la práctica del fuera de pista. También ha cambiado la forma en la que nos informamos del mundo de la nieve, ahora a través de blogs como este o mediante las redes sociales para conocer al instante el estado de la nieve en nuestras estaciones favoritas.
El esquí también se ha popularizado gracias a las agencias que ofrecen paquetes de forfait más hotel. Cambios que apuntan a un futuro optimista. Sin embargo, el experto suizo en mercados de nieve llamado Laurent Vanat, llegaba a la conclusión en 2015 de que el grueso de los esquiadores está envejeciendo peligrosamente, y que más del 50% son personas de entre 50 y 60 años. En nuestras manos está saber llegar a las nuevas generaciones para seguir escribiendo líneas de historia.