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Los diarios deportivos han publicado estos días que la esquiadora Núria Pau, esquiadora de elite del equipo A de la Real Federación Española de Deportes de Invierno (RFEDI), colgará las botas a sus 24 años y con un futuro prometedor. ¿Por qué? No es por decisión personal ni por incapacidad, sino por uno de los grandes problemas que acaban con las carreras de muchos deportistas de montaña: por la falta de patrocinadores.
Núria Pau, originaria del municipio catalán de Ribes de Freser, es campeona de España de slalom y está entre las 100 mejores esquiadoras de esta disciplina del mundo. Su peor fallo ha sido, al inicio de temporada, sufrir una lesión de tobillo entrenando en casa; eso hizo que algunos patrocinadores importantes dejaran de darle apoyo.
Un accidente fatídico que no fue peor que las centenares de lesiones mayores y menores que sufren los futbolistas de elite a diario y por las que generalmente no pierden su sueldo. Un hecho que deja en evidencia y hace incómodas estas cifras de fichajes por valor de 200 millones de euros en el mercado futbolístico.
Como todos los deportes de elite, el esquí mantiene ocupada a Núria Pau las 24 horas del día, es su trabajo, por lo que es muy complicado sacar tiempo para compatibilizarlo con otro que les permita costear la actividad deportiva. Estos días declaraba en ‘Mundo Deportivo’ que hace tiempo que gasta más de lo que ingresa y aseguraba que necesita “unos 15.000 euros para fisios, desplazamientos y lo que conllevan, material o comida”.
Si ningún patrocinador lo impide, Pau se verá obligada a colgar las botas pronto. No sin antes debutar en la Copa del Mundo de Zagreb (Croacia) el 5 de enero y disputar en febrero su primer Mundial en Are (Suiza), donde su objetivo es estar entre las 30 primeras, un lugar desde donde lanzar un último grito de auxilio que le permita seguir viviendo de su sueño.
No es el único caso
Núria Pau es la última esquiadora que ha sacado a la palestra el déficit de patrocinadores, y cómo esto trunca su carrera deportiva. Pero no ha sido el único caso. La también catalana Júlia Bargalló anunció el pasado verano que se despedía de la competición por el mismo motivo. Y no es una cualquiera: lo hacía siendo la vigente campeona de España de Gigante y Super G. Con 23 años se retiraba con 21 victorias en su palmarés. Seguirá con su ‘plan B’ de centrarse en sus estudios de medicina y seguir vinculada, de una manera u otra, al mundo del esquí.
Como en casi todas las disciplinas deportivas, la falta de apoyos económicos es aún más sangrante en las modalidades femeninas, por su menor visibilidad y menor apoyo público y mediático. Eso no quita que los hombres que practican un deporte que no es de masas también lo sufran. Hace pocos años se retiraba el catalán Pol Rocamora, campeón de España de Gigante en 2012, por falta de apoyo para continuar con el equipo español.
Y cambiando de deporte, pero sin dejar la montaña que nos apasiona, tenemos el indignante caso del alpinista Carlos Soria, quien busca ser la persona de más edad en concluir los ’14 ochomiles’ –las montañas más altas del mundo-. Tiene 79 años y solo le faltan dos cimas, el Shisha Pangma y el Dhaulagiri. Los patrocinadores se han ido retirando de su carrera, quizás por su edad, quizás por la honestidad, “naturalidad y falta de heroísmo” con la que Soria afronta su reto (en sus propias palabras).
Todos estos casos comparten un nexo de unión: aman la montaña y siguen vinculados a sus disciplinas deportivas, aun fuera de la competición. Una pena que grandes gestas y deportistas de elite no puedan continuar su labor por cantidades que, en los deportes de masas, no son más que calderilla.
