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Los cuidados que merece el cuerpo al esquiar

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Esqui.com

Los cuidados que merece el cuerpo al esquiar

Hacer deporte es bueno para la salud, pero eso no significa que valga practicarlo de cualquier manera. Los esquiadores y snowboarders nos sometemos a unas condiciones especiales y extremas de las que debemos protegernos si no queremos que las escapadas a la nieve nos pasen factura. A priori nos puede dar pereza tener que cuidar el rostro, labios, cabello, etc., pero cuando lo tomamos por costumbre, se convierte en una rutina que nos ocupa unos segundos.

 

La piel

 

En primer lugar, prestaremos atención a la piel. Si eres esquiador habitual sabes muy bien que las quemaduras no son cosa solo del verano y de la playa: la mezcla de sol en altura, viento y frío pueden ser muy nocivos para la piel si no le aplicamos protección.

 

Y es que la nieve refleja hasta un 86% de la luz que recibe debido a su extrema blancura, frente al 15% que refleja la arena de la playa. Esto significa que no solo recibimos la luz directa del sol, sino también la que refleja el manto blanco que cubre las montañas. Además, la altitud aumenta la radiación ultravioleta en torno al 5% cada 300 metros. Por todo ello es imprescindible aplicar sobre la piel que quedará más desprotegida una crema solar de protección alta, de unos 50.

 

No te olvides de las manos, una zona con elevada sensibilidad a la tirantez, el malestar y la sequedad. Aplícate crema hidratante después de cada jornada de esquí.

 

Los ojos

 

También sufren por ese exceso de luz reflejada por la nieve, frío, niebla y viento. La queratoconjuntivitis (inflamación también conocida como oftalmia de la nieve) es una de las dolencias de la vista más habituales entre esquiadores y alpinistas.

 

Para evitar daños es importante usar siempre gafas de sol oscuras con un filtro UV adecuado; para la alta montaña se recomienda la máxima intensidad, el filtro 4, que reduce la luz visible entre el 92% y el 98%.

 

No olvides aplicar también crema solar en los alrededores de los ojos, aunque estén cubiertos por las gafas.

 

 

Los labios

 

En alta montaña, cuando esquiamos, el viento y el frío son dos agentes meteorológicos que actúan como grandes deshidratadores de la piel, y eso se manifiesta con mayor crudeza en los labios. Para evitar que se ‘corten’ y las molestias que conlleva, lleva siempre un protector de labios en la mochila y aplícalo tantas veces como sea necesario, siempre que los sientas resecos.

 

El cabello

 

Aunque no lo creas, las escapadas a la nieve también pueden tener un efecto negativo sobre el pelo si no lo tratamos adecuadamente. El frío tiene un efecto vasoconstrictor sobre el cuero cabelludo, lo que significa que la red venosa y las glándulas sebáceas no funcionan como debería y reducen la hidratación. Además, el aire frío y seco levanta la cutícula del cabello e incrementa su rotura y el encrespamiento.

 

Los rayos ultravioletas del sol también afectan al pelo. Por eso, lo mejor es aplicar protector solar para el cabello y protegerlo con ropa todo lo posible. Además, usa un champú y acondicionador especialmente fortalecedores e hidratantes.

 

Después de esquiar…

 

El cuidado del cuerpo debe hacerse antes de lanzarse por las pistas. Pero terminada la jornada, nos agradecerá mucho unos mimos. Muchas estaciones de esquí ofrecen en sus alrededores centros termales y de bienestar donde nos podemos dejar en manos de profesionales.

 

Si prefieres cuidarte por tu cuenta, siempre puedes aplicarte una mascarilla fresquita en la cara que te levantará los ánimos por muy cansado que estés. Una crema corporal similar también te regalará el mismo efecto. Y no te olvides de los pies, que han sufrido la opresión de las botas: agua caliente con sal gorda y un masaje con crema te dejará listo para volver a las pistas.

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