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Esquiar de forma más sostenible

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Esquiar de forma más sostenible

¿Es posible esquiar de forma sostenible? Sí, o al menos, hacerlo de una manera menos agresiva. El esquí es un deporte que ha llegado a estar muy criticado por sectores ecologistas por el impacto que ocasiona en las montañas. Pero lo que está claro es que todos los que lo practicamos amamos este entorno natural, como mínimo, tanto como sus detractores. La huella ecológica “cero” no existe, pero sí la podemos reducir en gran medida y practicar deportes de nieve de una manera más responsable. El ecosistema de la alta montaña, espectacular e imponente, es mucho más frágil de lo que pensamos.

 

El esquí, un importante motor económico en zonas rurales

 

Antes de nada, debemos recordar lo que significa la temporada de esquí para zonas rurales montañosas donde, el resto del año, el turismo puede decaer mucho. Las estaciones de esquí suponen en muchas áreas un importante balón de oxígeno que mantiene pueblos recónditos entre montañas, que de otra manera podrían acabar desapareciendo, una triste realidad en otras zonas de la península.

 

El mantenimiento de las zonas rurales permite una mejor conservación de la montaña y del entorno natural, un gran dinamizador de su economía y un importante valor cultural. Por tanto, las estaciones de esquí ayudan a preservar toda esa riqueza, son un medio de vida para sus gentes y atraen a población joven que evita el despoblamiento.

 

¿Qué podemos hacer?

 

La otra cara de la moneda es que las estaciones de esquí tienen una afección sobre el terreno. Es indudable que implican construir instalaciones y añaden elementos poco atractivos como bloques de hormigón, entramados de cables o torres de acero que permiten el uso de teleféricos y telecabinas. Muchas estaciones ya están haciendo esfuerzos para reducir el impacto y afectación al entorno, como mejoras en la eficiencia energética de las instalaciones.

 

¿Y qué podemos hacer nosotros, los esquiadores? Como dicen en inglés, “think local, act global” (piensa local, actúa global). Con pequeños gestos podemos reducir mucho nuestra huella ecológica cuando vamos a esquiar. Primero de todo, no tomemos la montaña que nos rodea como un estercolero: no tires desechos y utiliza las papeleras y contenedores de recogida selectiva habilitados para ello.

 

Un consejo tan evidente y que tanto repetimos a los niños no es una perogrullada, a juzgar por los regueros que todavía se ven en los alrededores de las estaciones de bolsas, latas o cajetillas de tabaco. La mejor manera de evitar la contaminación es no ensuciar, y aún más en lugares de difícil acceso para los equipos de limpieza. Estos envases también pueden acabar estrangulando y asfixiando a animales de los alrededores.

 

Por otro lado, nuestra manera de desplazarnos a las pistas también es una importante fuente de contaminación. Evidentemente no podemos ir andando o en bici, pero sí existen opciones como compartir coche en la medida de lo posible o dejar el vehículo en casa y apostar por el Ski-Bus, donde además podemos conocer a otras personas con nuestros mismos intereses. Las largas caravanas de coches por las carreteras de montaña y la congestión en los accesos a las pistas nos ponen de mal humor y no le hacen ningún favor al entorno.

 

 

Por último, un aviso para los que practican esquí fuera pista. Además de tratarse de una opción peligrosa (recuerda que no está incluida en los seguros de las estaciones de esquí), supone un impacto mucho mayor sobre la montaña. Puede provocar deslizamientos de placas, aludes y una importante agresión al ecosistema de la alta montaña.

 

Y recuerda: en zonas de montaña, degusta platos locales. Beneficiarás a la economía de la zona y, además, la calidad suele ser superior.

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