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Cuando pensamos en material, nos interesa mucho saber todas las características de los esquís que vamos a comprar, de las botas, de la ropa… y muchos se olvidan de la importancia que tienen las gafas de esquí. Son un elemento esencial para proteger los ojos con garantías en las intensas condiciones climáticas de la montaña. Invertir en ellas es un seguro de salud, ya que la fuerte incidencia del sol puede deteriorar la vida, generar irritaciones e incluso llegar a provocar una pérdida provisional de la visión (es lo que se conoce como “la ceguera del esquiador”). Para evitarlo, hay que elegir adecuadamente. Vamos a ver cuáles existen y sus pros y sus contras.
En primer lugar, vamos a ver las diferencias entre las máscaras (también llamadas gafas de ventisca) y las gafas de sol para esquiar. Es la primera duda que nos asaltará en la tienda. Las ventajas de las máscaras son las siguientes:
-Ofrecen una protección total contra la nieve y el viento. Imprescindibles en caso de ventisca.
-Protegen más área de la cara contra el frío.
-Se adaptan bien al rostro.
-Es un buen complemento al casco de esquí, se ajustan bien.
-Aporta más seguridad en caso de caída. Absorben impactos y la lente es más flexible, por lo que se rompe menos que las gafas.
-Hay modelos que permiten el uso de gafas para la vista debajo de ellas.
Como no todo es blanco o negro, las máscaras también presentan algunos inconvenientes respecto a las gafas de esquí: dan más calor, algo que notaremos especialmente en travesías; el calor puede hacer que las máscaras se empañen con más frecuencia por el sudor; ocupan más espacio en la mochila cuando no las tenemos puestas; dejan más marca solar en la cara, aunque esto es pura estética.
Aclarado este punto, vamos a ver en qué tenemos que fijarnos a la hora de escoger tanto las gafas de sol como la máscara para esquiar.
Si prefieres gafas, debes tener en cuenta que no valen cualquiera. Es decir, esas tan molonas que usas a diario para ir por la calle no están ni pensadas ni preparadas para esquiar. A las pistas debemos llevar gafas de sol de policarbonato, un material más ligero que evita roturas que puedan herir los ojos. Mejor unas gafas curvas para desviar la radiación solar; si son planas, que tengan buenos protectores en los laterales. Las gafas de sol son perfectas para esquiar en pistas, sobre todo en días soleados y sin unas temperaturas extremas y sin viento. En cambio, no se recomiendan para actividades fuera de pista, alpinismo, ni para días de ventisca, nublados o de mal tiempo. En esos días, dificultan distinguir el relieve en la nieve.
Como decíamos, son necesarias para protegernos correctamente del viento, del frío y del sol. Deberíamos apostar por ellas si vamos a practicar modalidades de esquí de velocidad y con alto riesgo de caídas; también se utilizan en alpinismo y en actividades con alta probabilidad de mal tiempo y de ventisca.
En este caso, nos fijaremos en la membrana de la máscara. Las hay de varios tipos, desde las estándar que tienen una capa de espuma, hasta otras más reforzadas con dos capas y con tejidos especializados para mejorar el aislamiento y para dar más confort. Es importante elegir unas máscaras con tratamiento anti-vaho y con buena ventilación. De esta manera minimizaremos al máximo que se nos empañen cuando sudemos.
La lente es un elemento fundamental tanto de las gafas de sol como de las gafas de ventisca. Las fotocromáticas se adaptan a las diferentes condiciones que nos encontraremos esquiando. Es importante destacar que hay gafas de ventisca que permiten cambiar la lente en función del clima; es la mejor opción para hacerlas moldeables y no tener que cargar con gafas diferentes.
Cuando estés en la tienda, procura probarte las gafas como las llevarías durante la práctica del esquí. Es decir, con casco. Ten en cuenta que las gafas son unisex y que cuando los fabricantes las venden como de “hombre” o de “mujer” solo hacen referencia a detalles estéticos. En cuanto a tamaños, los hay de niños, mediano y grande.