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Hemos planeado una escapada a la nieve y centramos toda nuestra atención en el equipamiento: ya llevamos los esquís, el casco, las botas, la chaqueta, las gafas de sol, la crema solar… Perfecto. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de nuestro gran compañero de viaje: el coche.
Cuando nos acercamos a una estación de esquí, supone conducir sobre una superficie que probablemente esté algo nevada -aunque hayan pasado las máquinas quitanieves- o con hielo. Sabemos que hay que circular con más precaución, pero no siempre somos conscientes de un elemento muy importante para garantizar nuestra seguridad: los neumáticos.
Es importante contar con unas ruedas aptas para las condiciones de la carretera en invierno. Aquí te explicamos por qué y cómo deben ser.
¿De qué sirve tener un vehículo con tracción total si le ponemos ruedas de verano durante todo el año? De la misma manera que las personas nos vestimos diferente y usamos un calzado distinto en función de cómo está el pavimento o el suelo -chanclas, sandalias, zapatillas, botas-, el coche también tiene que prepararse para ello.
Así que debemos tatuarnos a fuego que los neumáticos de verano no sirven para todo el año, y menos para los habituales de las estaciones de esquí. Las ruedas normales que tienen la mayoría de los vehículos en España no deberían emplearse por debajo de los 7 grados, temperatura con la cual se endurecen y pierden adherencia.
En cambio, las ruedas de invierno no sufren por ello: las bajas temperaturas no los endurecen por sus propiedades (tienen más sílice), de manera que no pierden adherencia en la carretera. Además, se diferencian de los neumáticos de verano en que tienen más láminas, lo que da más adherencia, y por tanto, mayor seguridad en la escapada a la nieve.
La adherencia es importante para mejorar nuestra seguridad en la carretera cuando vamos a esquiar. Y te lo vamos a demostrar de una manera muy visual: si estás sobre calzada mojada a 7 grados y circulas a 80 kilómetros por hora, la distancia de frenado con neumáticos de invierno es de 34 metros, mientras que la de las ruedas de verano aumenta hasta los 40 metros.
La diferencia se hace aún mayor sobre nieve: a 50 kilómetros por hora y a 7 grados, los neumáticos de invierno presentan una distancia de frenada de 32 metros, frente a los 63 metros (el doble) que tienen los de verano. Como ves, vale la pena el cambio.
Además, en las curvas las ruedas de invierno mejoran el agarre, lo que permite seguir con más control sobre el carril y evita que el vehículo patine de manera involuntaria.
Por supuesto, aunque llevemos neumáticos de invierno no tendremos que olvidarnos las cadenas de nieve. Estas las usaremos en situaciones excepcionales y es aconsejable llevarlas siempre en el maletero cuando vamos a esquiar, ante posibles cambios climatológicos.
Se requieren especialmente ante grandes nevadas y en regiones de montaña, especialmente cuando circulamos por pendientes pronunciadas.
Las cadenas ayudan a mantener un buen agarre en la carretera y a controlar su maniobrabilidad (piensa que a veces, incluso es obligatorio llevarlas para poder circular).
Se trata de unos eslabones de metal que rodean las ruedas motrices, es decir, las de delante (en la mayoría de los vehículos). Es bastante fácil de colocarlas, aunque a muy bajas temperaturas ya sabes que los dedos no funcionan tan bien y van perdiendo agilidad. Por eso, para hacer la operación de manera ágil y rápida, es recomendable haber practicado antes de la escapada a la nieve.