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Los deportes extremos son adictivos. Aquí estamos, recién salidos del verano y contando los días que quedan para que caigan los primeros copos. Y entre tanto, tratando de calmar a la bestia subidos a una tabla de surf, montados en una bici o sobre las cuatro ruedas de un patín.
¿Y por qué vivimos buscando el eterno riesgo? Hay diversos factores biológicos que coinciden entre los locos de lo extremo: una búsqueda constante de placer y satisfacción; un gusto bizarro por la sensación de peligro y la descarga física, psíquica y emocional.
¿Y cómo nos convertimos en adictos a todo eso? Tiene, en realidad, una derivación genética en la que toman acción la adrenalina (y su hermana la dopamina), la endorfina y la serotonina.
¿Qué es la adrenalina?
Esta risueña hormona es un factor importante de nuestra felicidad. La adrenalina estimula al cerebro para que produzca dopamina, generando una sensación de bienestar y la correspondiente adicción positiva. Cada vez que disfrutamos de cualquiera de esos deportes extremos, recibimos placer y el cerebro empieza automáticamente a segregar esa dopamina. El problema viene cuando convertimos ese deporte en algo rutinario, sin nuevas expectativas ni metas. Si esto ocurre, el cerebro se acostumbra a esa fuente de la dopamina y surge la necesidad de buscar nuevos retos o probar nuevos deportes.
Entonces, ¿todos creamos esa adicción? No. Hay deportistas que tienen una mayor segregación de dopamina como respuesta a una situación de riesgo. Sólo los valientes pueden convertir la sensación de peligro que despierta la adrenalina en una sensación de placer a través de la segregación de la dopamina.
¿Qué es la endorfina?
La endorfina es la encargada de disminuir la ansiedad y aumentar la sensación de bienestar y por eso la consideran la droga de la felicidad. Cuando las endorfinas están elevadas se reduce el dolor físico, por lo que gracias a ellas continuamos haciendo deportes extremos a pesar de los golpes o las lesiones.
¿Qué es la serotonina?
Esta es la hormona que cierra el círculo: nos mantiene fuera del riesgo total y pone un límite a nuestras locuras.
Uno de estos muchos locos del deporte extremo es el freeskier Aymar Navarro, un adicto total de la nieve que ha convertido su pasión en profesión. Aymar compite a nivel mundial y vive ahora en un eterno invierno, haciendo temporada aquí y en Chile o Argentina para su invierno austral.
Él es un ejemplo claro de la adicción a este deporte extremo, el esquí. Sus padres le pusieron sus primeros esquís a temprana edad y, desde entonces, no ha podido quitárselos. El aranés define el esquí “como una droga” que le aporta todo tipo de sensaciones. Incluso cuando, a veces, son negativas. Aymar declara que su adicción está por encima de las “malas pasadas la montaña y más si la combinas con nieve mal tiempo y hielo, lo suyo es minimizar riesgos para que esto no ocurra y si ocurre estar preparado para que las lesiones sean mínimas.”.
El freeski es el aire que respira y espera no tener que abandonarlo nunca. Dice que “todo dependerá de la salud, pero si esta me lo permite, seguiré dando guerra a otro nivel pero siempre disfrutando.”.
Foto de portada propiedad de Ordino.