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La imagen de una estación de esquí siempre se compone de un azul intenso y un sol radiante. Este sol, que normalmente es una bendición, puede ser también la causa de diversos problemas para los ojos y la piel si no nos protegemos de una manera adecuada.
En la montaña se dan toda una serie de factores que hacen que el sol actúe de una manera mucho más dura y que debemos tener en cuenta:
Para cuidar nuestros ojos, debemos llevar gafas especiales para esquiar que cubran al máximo los ojos con cristales de alta calidad y suficientemente oscuras. Los colirios o gotas preventivas pueden considerarse como una medida de protección suplementaria que no es incompatible con llevar gafas.
Para evitar que la piel se queme con el sol, es necesario utilizar productos con un alto factor de protección. Si los sabemos escoger con inteligencia, en función de vuestro tipo de piel y de las condiciones climatológicas, podemos conseguir un buen bronceado sin quemarnos. Para saber cómo escoger bronceador, es necesario conocer el factor de protección, que es el número por el que podemos multiplicar el tiempo de nuestra exposición al sol. O sea, si en unas condiciones normales y sin protección, nuestra piel empieza a quemarse al cabo de media hora. Con un protector x8, podremos exponernos al sol ocho veces más (en este caso 4 horas).
Finalmente, debemos tener en cuentas otros consejos para evitar posibles efectos nocivos del sol:
