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Durante muchos años Andorra era sinónimo de turismo, pero de esquí. La situación les ha ido bien, y a la vista está el desarrollo que se ha visto en el país, no solo a nivel de alojamientos, sino también de infraestructuras viarias.
Pero desde algo más de una década las cosas están cambiando. Las parroquias que conforman Andorra también quieren atraer directamente a ese turista con una oferta de actividades para no solo tenerlos en invierno alojados en algún hotel sino también en verano realizando actividades.
Gracias a esto hemos visto como se han ido creando una serie de atractivos turísticos por los diferentes valles con instalaciones pensadas para el turismo activo y de diversión que comenzaron a instalarse hace 10 años en las parroquias. Este verano ya han sido varias las parroquias que han logrado atraer a un cada vez más creciente número de turistas que visitan Andorra.
Una de las ventajas es que el turismo de verano reparte mucho más al visitante por los diferentes pueblos, mientras que el de invierno concentra todas las actividades en las estaciones, las cuales tratan de retener al máximo al esquiador para que incremente el ticket de gasto en sus instalaciones.
La última de las parroquias que se ha apuntado a tener su propia instalación turística es la de Canillo. El pasado mes de junio inauguraron un puente tibetano de algo más de 600 metros de longitud, que sin duda alguna ha sido una de las atracciones del verano en Andorra.
Aún sin cifras oficiales, se calcula que se ha estado rozando la capacidad máxima durante todos los días de agosto.
Para llegar al Pont Tibetà de Canillo se ha de dejar el coche aparcado y tomar uno de los autobuses incluidos en el ticket de acceso. Tras un corto viaje de unos 15 minutos serpenteando por un carretera con vistas espectaculares, los pasajeros bajan frente al camino que lleva al Puente.
La espectacularidad de este puente tibetano de Andorra se puede ver en la cantidad de gente que camina bien agarrada a los pasamanos de acero. E incluso alguno que pese a tener su ticket comprado, se lo piensa dos veces antes de entrar. De hecho desde la misma web del Pont Tibetà se advierte que la actividad no es apta para personas con vértigos o propensas al mareo.
Quienes se lo pasan en grande son los más pequeños. Siempre acompañados de un adulto, no suelen perder detalle tanto de lo que se observa delante como de lo que se puede ver bajo los pies. Y es que no hay que olvidar que el suelo es de rejilla metálica que permite ver y sentir los 158 metros de altura máxima al suelo que se llega a alcanzar.
Esto es justo en medio, donde además hay una plataforma metálica a juego con el Pont Tibetà de Canillo, preparada por si más adelante se ofrece la actividad de jumping, ese salto que se hace al vacío atado de una cuerda de escalada.
Fuente: nevasport.com